Fuimos predestinados desde el cielo
en la eternidad: Antes de nacer. [Efesios 1:4]; Para que se cumpla en nosotros el propósito divino. [Efesios 1:9; Colosenses 1:25-27]. Al nacer,
crecer y desarrollar, somos expuestos al
anuncio del Evangelio, y somos elegidos por nuestra disposición de obediencia al Espíritu y la palabra ¡Y
somos trasladados del reino de las
tinieblas, al Reino del Amado Hijo de Dios. El Reino se centra en Él y le ha
sido dado como Hijo administrarlo
en la tierra! [Lucas 17:21]; Al estar en Cristo,
vivimos dentro del Reino de Dios, [Colosenses 1:13]; y nuestras actitudes son
las que determinan: Quién gobierna nuestra vida: el espíritu, o nuestra alma.
Recordemos que las obras de la carne se manifiestan en el alma a través de la
mente. Cuántas veces actuamos de acuerdo a lo que pensamos, porque no sabemos discernir
quién está dirigiendo nuestra vida en cada situación contraria al Reino de
justicia, gozo y paz. [Romanos 14:17]; Al ser trasladados al Reino de Cristo,
estamos llamados a vivir por medio de actitudes
justas, por tanto, del Espíritu; [Gálatas
5:16-18, 22-25]; Actitudes que definan nuestra conducta ante las
circunstancias, para adaptarnos con sensibilidad del espíritu, ante el misterio
oculto por siglos y edades, [Romanos 16:25-26]; Porque se espera que esta sea
nuestra respuesta al Evangelio del Reino de los cielos. Por esta causa divina, es
que necesitamos conquistar una conducta que demuestre nuestra disposición
de vivir conforme al plan perfecto de la
eternidad, muriendo cada día como dijo
Jesús, [Lucas 9:23]; así moría el apóstol Pablo ¡A diario! [1 Corintios 15:31,
Gálatas 2:20]; En resumen: ¡Somos escogidos
para ser transformados hasta manifestar la imagendel Hijo de Dios aquí y ahora, antes de ser arrebatados
hacia las nubes con el Señor! [Romanos 8:29].
En Cristo somos seres celestiales, para ser participantes de su Carácter, ¡Porque somos de arriba! [Juan 8:23; Juan 17:14-16; 1 Corintios 15:47-48, 1
Corintios 6:17; Efesios 2:5-6; Hebreos 3:1, 14]. Pero de nosotros
depende que decidamos andar dirigidos
por el Espíritu Santo, o arrastrados y humillados por las obras de la carne que no nos permitirán ser participantes efectivos para entrar al Reino
de los cielos con cuerpos transformados en el arrebatamiento, [1 Corintios
15:50-5]; por esto debemos hacer morir las obras de la carne, [Romanos
8:12-14]; para que podamos ahora disfrutar la vida victoriosa que tenemos en
Cristo; Aquí es donde entra nuestra voluntad,
para decidir en la mente, si seguimos
la carne, o la hacemos morir renovándonos en el espíritu de nuestra mente, que
es donde decidimos andar en los pensamientos del Espíritu y la Palabra.
[Romanos 12:1-2; Efesios 4:23]. Para realizar y concretar este objetivo, vino
el Hijo de Dios, para sacar a luz la vida zoé (vida divina abundante), por
cuanto es eterna como eterno es Dios: Lo planeado desde la eternidad, fue que
al venir Cristo Jesús, fuera manifestada y saliera a luz
la vida y la inmortalidad, que es lo que se anuncia en el Evangelio. [2 Timoteo
1:10]. ¡Esto es lo que fue planeado desde antes de nosotros nacer en el mundo! Pero vivirlo, no depende
de Dios ni del diablo, sino de nosotros de acuerdo
a como decidamos ejercer
nuestra voluntad hacia Dios y el
Reino de luz.
Dra. Rossi
Mercedes
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